16.7.09

Aquellas pequeñas cosas

Recordarlo cortando el pasto. En zunga y sombrero de paja.
Cualquier zunga. la de ocasión. La de cebra con cierre o esa azul y roja. La mas vieja.
Porque nos enseñó a nadar sin pedagogía. Tirandonos al agua. aunque le dejáramos arañazos del miedo.
Por preguntar como estoy del ukelele
y vivar la ura.
Por los mishiguenes, los primeros corpiños y los chupetín bolita.
Por esos veranos. O los inviernos de pedo en sueño sin dueño...
Por saludar con palmadas en la espalda. Fuertes para que duela. y fuertes para dar el cariño a su forma. Firme.
Porque fue un obvervador. Tan observador, que sabía antes que uno mismo lo que iba a pasar.
Por el arroz con hígado y hongos.
Por las paellas.
Por enseñarme a cocinar el calamar.
Por mostrar el trasero cada vez que se le antojaba.
Porque su casa era la casa de quien quisiera entrar. Si el quería...
Por las fiestas de carnaval. En especial esa. La de la lambada.
Por la humita colectiva.
Por los remolinos en la pileta.
Por hacernos "pescar" los doguis un día de inundación y tormenta.
Por decirme mesita de luz, roperito, heladerita.
Por preguntarme por qué tan flaca.
Por hacer de guardaespaldas para intimidar a alguien no grato.
Por sus frases célebres.
Porque era un duro. Pero lloraba con una canción de Serrat.
Porque le gustaba Charles Aznavour.
Porque se llevó el secreto para ganar al burako.
Porque nos enseñó que uno puede reirse de todo.
Porque era un docente de pura cepa. En su trabajo y fuera de el.
Porque fue fiel y leal.
Porque era imposible, inevitable pasar por su vida sin quedar marcado por algo.
Porque era grande.
y Bueno. Aunque se empeñara en demostrar lo contrario.
Porque nos quería como un padre. Y estuvo en todas nuestras etapas.
Porque era irrefutable.
Y así se fue. Fulminante. Sin darnos tiempo a reaccionar.
"...y a laváse el culo doctor..." diría...



Uno se cree, que las mató
el tiempo y la ausencia
pero su tren
vendió boletos de ida y vuelta,

Son aquellas pequeñas cosas
que nos dejó tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón,
te acechan detras de la puerta
te tienen tan a su merced
como hojas muertas

y que el viento arrastra allá o aquí...
que te sonríen tristes y
nos hacen que, lloremos cuando
nadie nos ve.